miércoles, marzo 26, 2008

EL VIEJO

Acabo de terminar un par de libros: "Porno" de Irvine Welsh y "A tumba abierta: autobiografía de un grifota". No sé en torno a que gira el momento que hace que alguien decida tomar esas decisiones, y no veo la posibilidad, la realidad, de relacionar  paradigmas cognitivos etc en ellos. Vivencias personales, reales, que me hacen detenerme a pensar en si he pasado, directa o tangencialmente al menos, por historias similares. Recuerdo una introducción "a quien quiso ser Bukowski" y recuerdo el por qué de la misma. Admiramos a quienes está lejos de nuestra realidad, de nuestro ser real. No siempre somos capaces de reconocerlo, como tampoco somos capaces de reconocer los motivos de nuestra (in) felicidad. Seria mucho más sencillo de este modo. Dos putas, probablemente más cerca de ser baratas que caras, están frente a mi, sentadas en la barra de un bar. Una de ellas lleva la iniciativa, mientras que a otra se limita a asentir: apenas dice nada. Barren con la mirada todo el bar: nunca se sabe donde pueden haber clieNtes, y ellas saben que cualquier lugar es bueno. Alguien pasa junto a ellas, mirando con relativo descaro el culo que los pantalones de tiro bajo de una de ellas deja al descubierto, probablemente pensando en lo mucho que le gustaría joderla, mientras que ella, en absoluto ajena, se inclina hacia delante para enseñarle más de lo que ve. Avergonzado, o en evidencia, deja de mirar. Se ríen sin pudor alguno del pobre imbécil que trata de no mirar: ahora ya es tarde, tal vez más tarde alguien pague sus frustraciones. Detrás de mi hay un hombre sentado. No, no es un hombre: es una sombra. Siempre que he ido a ese bar, el ya estaba allí. Parece triste, es un hombre triste, desgastado. Siempre en la misma silla, siempre la misma ropa. Escruta con su mirada lánguida a quienes van entrando, a quienes van saliendo, sacando quizás sus propias conclusiones, tal vez se limite a ver a la gente pasar. No tiene prisa. Ya no la tiene, embutido en su anorak azul obscura, con las mangas cubriéndole las manos y el cuello levantado, como si quisiese cubrirse de alguna ventisca que los demás no percibe. Gira su cabeza a un lado y al otro, con beatífica lentitud, como un santón ajeno a todo, solo viéndose perturbada su taquilidad por un leve ataque de tós que no hace sino revelar su mortalidad.  Entra una chica, rubia, bien vestida, buenas tetas, mejor culo, con una bolsa imitación cuero de nike color verde militar, a juego con su parka. Lleva el pelo recogido en una coleta y pide un café mientras va a por tabaco. Me mira un par de veces mientras espera a que le sirvan y una vez tiene su café, lo coje y se sienta en el extremo opuesto a donde yo esto.  Una vez sentada, pierde todo interés, interés que ahora se ha distraido. Todos los rostros son inexpresivos, apagados... Continua mirando a un lado y a otro, casi sin parpadear.

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